Miedo
Creo poder decir con propiedad que tengo dos principales miedos en esta vida; la primera, y principal, sin duda, son los perros; la otra, y sé que me puede caer un buen palo por decir ésto, es el sexo contrario, y no porque no me gusten, sino precisamente porque me gustan demasiado. Pero bueno, no es ése el tema que quiero tratar ahora.
En mi más tierna infancia, calculo que sobre los siete u ocho años, volvía del colegio con mi padre cuando observamos que los ascensores no funcionaban, así que me acuerdo que subí al piso de arriba para ver si desde allí se le podía llamar. Así lo hice, y cuando me asomé a la portería - en la casa de mis padres el rellano del primer piso se puede ver desde la portería -, vi que un perro como el de la foto entraba y, al verme, se ponía a ladrar como loco, desasiéndose de la correa de su amo y corriendo como un poseso hacia donde yo estaba. Me entró pánico, así que decidí escapar. Aún recuerdo que aguanté siete u ocho pisos hasta que el perro me dio alcance. Fue una experiencia traumática, y, a raíz de ella, he desarrollado un miedo cerval a los perros; y éstos, que se dan cuenta, me ladran, cosa que aún me pone peor. Muchas veces antes de salir a un rellano miro por si hay perros en la costa, y si no hay, salgo. Y si veo alguno especialmente grande por la calle, suelo cambiar de acera.
Es curioso cómo las experiencias vividas en la niñez te pueden marcar en la edad adulta; es un fenómeno ampliamente contrastado el que el carácter y los miedos se desarrollen principalmente siendo un niño. De ahí también que yo sea como sea, pues ya desde la guardería era el típico niño con el que todos se metían, del que se reían todos y que no tenía capacidad de respuesta ante tales actitudes de sus compañeros. Ésto se ha prolongado hasta este día, pues no he cambiado nada: mi timidez exasperante, la poca confianza, seguridad en mí mismo y mi nula autoestima perduran hasta nuestros días. Creo que no sería así de haber sido distintas las cosas en mi niñez, pero éso es algo que nunca sabré, ya no vale la pena especular sobre ello. Hay cosas, rasgos físicos, que se pueden cambiar, pero mi carácter sé que permanecerá así, inseguro, las más veces cargante, a veces exasperante, las menos alegre y desenfadado.
Sin nada más que decir, dejo de rallar al personal. Mañana más...
2 Comments:
Yo voy dl mismo palo, chico, pero sin tanto miedo a los perros (solo algo de respeto pq me muerden, y si es un perro maricona canijo, da igual, pero si es uno grande, uf). Eso si, los gatosh obviamente me encantan (=^w^=)
Sobre lo otro, en esta vida o te vuelves un cabron hijodeputa, o te dan palos por todas partes. Luego dicen que la naturaleza del hombre es buena. Yo creo que es gilipollas y cruel...
Te vi a canear ! Ande este un gatito bien mono... k se kiten los perros babososh meones. Jejeje (=^o^=) myaau
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